El 12 de abril de 1857 – dentro de un mes se cumplirá 151 años- se publicó la primera edición de “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert, una de las novelas más importantes de la literatura universal. Su protagonista, Emma, sigue siendo un ícono narrativo: esposa infeliz, adúltera, irresistible, destructiva. Dijo Flaubert que Emma Bovary era él mismo; y dicen que este libro, de narrador imperceptible, inició la escritura moderna. Sea como fuere, quien mejor desentrañó la novela fue Vargas Llosa en su ensayo “La orgía perpetua”. La publicación de “Madame Bovary” provocó un gran escándalo en la burguesía francesa de la época, pues el relato dejaba desnuda a una sociedad que apenas podía esconder sus vergüenzas. El mito creado en este libro tuvo influencia en otras obras cumbre de la literatura como “Anna Karenina”, de Leon Tollos (1877) o “La Regenta”, de Leopoldo Alas “Clarín” (1884). Leer hoy “Madame Bovary” sigue siendo un placer exquisito, como el que sólo causan los amores prohibidos.
Gustave Flaubert precisó seis agotadores años en jornadas de 12 horas para completar su más ambicioso proyecto. El texto es un alarde minucioso de complejidad argumental basada en la decadencia burguesa . No en vano, el subtítulo de la novela del original francés, Costumbres provincianas, es absolutamente vindicatorio sobre los escenarios que podemos encontrar en su interior. El argumento de Madame Bovary es bien conocido. Charles Bovary, un hombre sin ambición ni talento, derrocha su infancia y adolescencia en la persecución de un objetivo impuesto por la lógica familiar: llegar a ser médico y poder ganarse la vida honradamente. El tiempo transcurre y Charles consigue trabajar como médico pese a no haber obtenido nunca el título. Tras la muerte de su primera mujer –con la que se ha casado para satisfacer a su madre-, contrae matrimonio con Emma, una muchacha ofuscada por un ideal de amor apasionado y romántico. Pero la pretendida vida romántica de la pareja quedará reducida a un mero espejismo escondido tras el aburrimiento cotidiano en el que se desarrolla su vida en Yonville, un pequeño pueblo próximo a Rouen.
Será precisamente la ruptura del modelo soñado de vida en pareja, lo que empujará a Emma Bovary a hacerse amante del señor del lugar, Riodolphe, y más tarde de León Duráis. Charles Bovary es un hombre apacible que realiza desapasionadamente su trabajo, pero que ama locamente a su mujer. Confía plenamente en ella y está dispuesto a hacer todo cuanto ésta le pida si su felicidad depende de ello. Ajeno a toda infidelidad, se ve envuelto en una nube de embustes y engaños y, poco a poco, a causa del alocado comportamiento de su mujer, va contrayendo más y más deudas. Emma arriesga todo cuanto tiene en busca de una pasión y entrega anheladas, pero no consigue otra cosa que pura decepción. Toma decisiones osadas y siempre termina perdiendo, hasta que, víctima de su propia soberbia e inconsciencia, se rinde a un destino infame, el suicidio final a través del arsénico.
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